AGRESIVIDAD
El término agresividad hace referencia a un conjunto de
patrones de actividad que pueden manifestarse con intensidad
variable, incluyendo desde la pelea física hasta los gestos o expansiones
verbales que aparecen en el curso de cualquier negociación. La palabra
agresividad procede del latín,
en el cual es sinónimo de acometividad. Implica provocación y ataque.
Es un concepto originario de la biología,
que ha dado relevancia a su vínculo con el instinto sexual y el sentido de territorialidad,
que también es asumido por la psicología.
Como adjetivo,
y en sentido vulgar,
hace referencia a quien es propenso a faltar al respeto, a ofender o a provocar
a los demás. Se presenta como una mezcla secuenciada de movimientos con
diferentes patrones, orientados a conseguir distintos propósitos. La conducta
agresiva es una manifestación básica en la actividad de los seres vivos. Su
presencia en la totalidad del reino animal y los resultados de las investigaciones
sobre la misma le dan el carácter de fenómeno "multidimensional"
(Huntington y Turner, 1987; Mos y Oliver, 1988).
Consecuencias
negativas de la agresividad
La agresividad tiene su origen en
multitud de factores, tanto internos como externos, tanto individuales como
familiares y sociales (económicos y políticos, en este último caso). La
adicción a sustancias (las popularmente denominadas "drogas") y los
cambios emocionales del individuo, tanto a un nivel considerado no patológico
por los especialistas en salud mental como a un nivel considerado patológico (neurosis, depresión, trastorno maníaco-depresivo o trastorno
bipolar) pueden generar también comportamientos agresivos y
violentos. La agresividad puede presentarse en niveles tan graves que puede
generar comportamientos delictivos. La agresividad patológica puede ser autodestructiva,
no resuelve problemas, no es realista y es consecuencia de problemas
emocionales no resueltos y también de problemas sociales diversos. La agresividad
es, como la ansiedad, un comportamiento o conducta que, a cierto nivel, se
considera normal, funcional y necesaria para la supervivencia y la vida
cotidiana pero que, a ciertos otros niveles, se considera anormal, disfuncional
y generadora de muchos otros problemas de salud. La agresividad puede llegar a
ser devastadora contra los que nos rodean o contra
nosotros mismos. Cuando no somos capaces de resolver un problema, nos
desesperamos y, para salir de la desesperación, generamos una rabia terrible, que, si no es canalizada,
puede ser destructiva.
Aparte de causar daño físico a las víctimas,
puede servir para coaccionar e influir en la conducta de otras
personas, para demostrar el poder que se tiene entre los subordinados y para conseguir una reputación e imagen de líder.
Una de las formas de manejar nuestra ansiedad es por medio del poder, y la
agresividad genera miedo en los demás. Y el miedo genera una
sensación de poder.
Las personas que suelen ser muy
agresivas necesitan ayuda por parte de profesionales de la salud mental
(psicólogos, psiquiatras, trabajadores sociales, neurólogos, incluso etólogos).
Entre otras muchas consideraciones, las frustraciones generan agresividad porque no es
posible conseguir aquello que se desea. La agresividad se puede dirigir hacia
lo que genera la frustración, ya sea mediante agresión física o verbal o
indirecta, desplazando la agresión hacia una tercera persona o hacia un objeto.
Una persona agresiva intenta
imponer su punto de vista, definición del problema, sus derechos o la
satisfacción de sus necesidades, empleando estrategias que generan miedo, culpa o vergüenza. Esto lo hace mediante violencia física o violencia verbal. Es una
estrategia muy efectiva, pero si es demasiado explícita puede verse seriamente
castigada por la sociedad.
Tipos de agresividad
Manifestaciones de la
agresividad
La agresividad puede manifestarse
en cada uno de los niveles que integran al individuo:
físico, emocional, cognitivo y social. Su carácter es polimorfo.
Se puede presentar en el nivel físico,
como lucha con manifestaciones corporales explícitas. En el nivel emocional puede presentarse como rabia o cólera, manifestándose a través de la expresión facial y los gestos o a través del cambio del tono y volumen en el lenguaje,
en la voz.
Desde un nivel cognitivo puede estar presente como fantasías destructivas, elaboración de planes
agresivos o ideas de persecución propia o ajena. El nivel social es el marco en el cual, de una manera
o de otra, toma forma concreta la agresividad.
En el marco jurídico se puede
entender como un “acto contrario al derecho de otro”. El término agresor se aplica a la “persona que da motivo
a una querella o riña, injuriando,
desafiando o provocando a otra de cualquier manera” (Diccionario de la lengua española).
Como conducta social puede implicar lucha,
pugnacidad y formar parte de las relaciones de poder/sumisión,
tanto en las situaciones diádicas (de
dos personas) como en los grupos.
En su sentido más estricto, puede
entenderse como "conducta dirigida a causar lesión física a otra persona". La
intención de causar daño puede manifestarse de distintas
maneras, unas más implícitas y ritualizadas (enseñar las uñas, gruñir,...), otras más explícitas (golpear, arañar,...).
La agresividad presenta elementos
de ataque y retirada. Por ello, se implica con otras conductas de autoprotección. Amenaza,
ataque, sumisión o huida se presentan muy asociadas en la naturaleza.
El término violencia se refiere a un tipo de agresividad
que está fuera o más allá de "lo natural" en el sentido adaptativo, caracterizada
por su ímpetu e intensidad.
Para Weisinger (1988), en la raíz de la conducta
agresiva está la ira. La define como
"una sensación de disgusto debida a un agravio, malos tratos u oposición. Y que
normalmente se evidencia en un deseo de combatir la posible causa de ese sentimiento".
Considerando la existencia de
cuatro emociones básicas: alegría, tristeza, miedo y rabia, esta última sería
la más próxima a la ira. Cuando se manifiestan en sentido pleno, la rabia es
una emoción incompatible sincrónicamente con la
tristeza, del mismo modo que lo son entre sí el miedo y la alegría. Tanto la
rabia como la alegría tienen un carácter expansivo. Por su parte, la tristeza y
el miedo se manifiestan corporal y cognitivamente con carácter retractivo.